Dantakkiel (Dante)/Kael
La suave brisa que se filtraba entre las verdes hojas del valle, movían perezosamente las plumas bicolores que formaban sus alas y las hebras rojizas que adornaban su cabeza. El sobresalto inicial de ser descubierto tan pronto, dio pasó a una inmensa curiosidad por el extraño joven que le observaba con ojos brillando de perplejidad y la boca parcialmente abierta petrificado, al parecer, en medio de su frase de bienvenida. Dante parpadeó un par de veces y se ladeó por completo para encarar al desconocido, esperando algo más que el silencio incómodo que se había instalado entre ellos. Después de unos segundos en el que el otro sólo movía la boca como pez fuera del agua, decidió tomar la iniciativa y acercarse con cautela, como predador aproximándose a su presa.
- ¿Quién… qué eres? – corrigió al último instante cuando sus ojos avistaron un destello de luz sobre la cabeza del otro hombre. Aunque duró una fracción de segundos antes de desaparecer sin dejar rastro, para él fue tan claro que nunca dudó de su existencia. Su mirada escrudiñó un poco más al otro ser, deteniéndose en los ojos verdes lima que reflejaban la pureza de su energía, tan clara y luminosa que contrastaba evidentemente con la suya más opaca. Alguna vez Gawen le contó de las “otras especies”, de aquellas con alas blancas y auras luminosas que calentaban el corazón e inspiraban esperanza, y de aquellas con alas oscuras y auras salvajes que ensombrecían la mente y enaltecían los instintos. Ángeles y demonios, según recordaba.
- … soy Kael – finalmente salió de su estupor al sacudir levemente su cabeza para hacer ondear la lacia pero desobediente melena rubia, ignorando el desliz en la extraña pregunta. Hasta que escuchó aquella voz ronca y rasposa, entendió que no se trataba del General cuya voz era más dispersa y etérea. Aquel desconocido portaba una determinación en su timbre que nada tenía que ver con la usual suavidad de Memphis –Mi esposa y yo somos los guardianes de este valle – compuso una expresión más cálida al percibir la tensión que se acumulaba en los hombros y alrededor de los ojos del recién llegado – Bienvenido – repitió percatándose de que le era más fácil hablarle al otro si se fijaba en sus delgados y ligeramente secos labios, siendo la única parte de todo su cuerpo que no le perturbaba. El parecido con el pariente de su pareja era increíble, si no fueran por esos ojos grisáceos que parecían querer perforarlo con su agudeza y la ausencia de arrugas en la frente, hubiera creído que el mismo Memphis había ascendido para visitarlos, situación que nunca había pasado en los años que llevaba de establecido el valle… y que nunca ocurriría - ¿Cuál es tu nombre, joven? – el pequeño espasmo en la comisura de los labios que observaba, le indicó que la pregunta no había sido bien recibida. Curioso, elevó ligeramente los ojos y entendió de inmediato la inconformidad. A pesar de la primera impresión, el recién llegado cuyo nombre aun ignoraba, no era un “joven” como tan efusivamente había mencionado, se trataba de un adulto que aparentaba unos 25 años humanos. A diferencia de los humanos donde la edad se percibía en sus frágiles cuerpos mortales, en ellos se evidenciaba por los anillos que rodeaban las afiladas pupilas. Aquel híbrido era aún más grande que él.
El peli rojizo permaneció en silencio, sopesando la opción de decirle a aquel extraño su verdadero nombre. Kael, como se hacía llamar, no parecía peligroso, despedía un aura de bondad que poco a poco vencía su resistencia inicial a establecer algún contacto. Su objetivo principal era conocer a las criaturas que vivían en aquel valle (que despedían la misma energía que él) sin establecer algún contacto que comprometiera su anonimato, y retirarse antes de que Gawen notara su ausencia. Sin embargo, su plan dio un giro imprevisto al ser descubierto por aquella niña vanidosa. Después de unos largos segundos sin percibir ninguna amenaza, decidió dar a conocer su nombre, impaciente por continuar con sus descubrimientos.
- Dantakkiel… pero me dicen Dante – Kael le observó perder poco a poco la tensión de sus hombros y las arrugas de sus ojos, haciéndolo parecer más joven de lo que realmente era. Después de otros incómodos segundos donde las alas bicolores removieron haciendo volar las hojas secas a sus pies, el ángel sacudió su estupor por segunda ocasión.
- Disculpa mi indiscreción… pero te pareces mucho a… - sus palabras se vieron interrumpidas con la dulce voz de su pareja que se aproximaba detrás de él. Con un vuelco en el corazón, ladeó la cabeza sin darle por completo la espalda al otro, y observó por sobre su hombro la bella figura de la demoniza. Rápidamente sus ojos verificaron que no hubiera herida alguna sobre su blanca piel y se detuvieron en el vientre plano donde su primogénito permanecía seguro. Exhaló temblorosamente con alivio para después regalarle una tensa sonrisa, esperando para estar resguardados dentro de las paredes de su hogar y así saber las nuevas del infierno. Permaneció en silencio mientras Freya le daba su propia bienvenida al recién llegado, percatándose del pequeño tartamudeo en la frase inicial. Su pareja compartía la misma sorpresa que él – Apenas nos estamos presentando – aclaró enredando sus dedos en la mano de la mujer para después deslizar sus ojos al recién llegado quien tenía fijos sus ojos en ella.
Ante la segunda presencia, el peli rojo retrocedió un paso hacia el bosque, desviando la mirada hacia el cielo y sopesar la posibilidad de salir volando de aquel lugar. Bestias y creaturas las entendía, podía convivir con ellas con complacencia. A los humanos los conocía un poco menos que las creaturas pero los conocía y saber qué esperar de ellos. Pero de estas nuevas especies no conocía nada, no sabía qué esperar de ellos… no eran como él ni como los primeros niños que había visto. Sus energías era diferentes, la de la recién llegada era más salvaje y oscura, mucho más oscura que la suya y le rodeaba una belleza brutal que hacía palidecer a cualquier mujer humana. Sin proponérselo, retrocedió otro paso, evidentemente incómodo. Alguna fuerza extraña, que desconocía por completo, le impedía despegar los pies de aquel suelo y emprender el camino a casa, parecía que las suelas de sus zapatos deportivos estaban fijados en la piedra sin querer que se despegara de aquel lugar. Impaciente, se restregó la mejilla con la manga de su sudadera gris, sin percatarse del leve rubor que cubría su rostro a la llegada de la hermosa fémina.
- Su nombre es… Dante – intervino Kael aclarándose la garganta para quitar algo de hierro a la situación. Aunque estaba curioso por saber la procedencia del recién llegado, estaba más interesado en escuchar las noticias de su pareja y compartir la impresión sobre su visita al cielo – Esperamos que tu estadía sea placentera – se despidió con una leve inclinación para después apretar la mano que sostenía con suavidad e indicarle que se retiraran. Sin embargo, la voz ronca del hombre le detuvo.
- Tengo una casa y no necesito un empleo… gracias… - aclaró ligeramente avergonzado. Kael supuso que la energía salvaje e irresistible de su pareja, lo estaba abrumando por lo que parecía más retraído que la primera vez que habló con él – No son como yo ¿Qué son?
El resto xD
Mientras Lucifer se regocijaba en la miseria de su hijo mayor, Yami mantenía un sólido agarre en su hija más pequeña que se aferraba a su pecho con dedos temblorosos. La abrumadora presencia de todos los demonios mayores combinada con las emociones enaltecidas, estaban destrozando los nervios de los dos. Poco a poco el excelente control que mantenía sobre sus propios impulsos estaba siendo fragmentado a medida que la inestabilidad mental en Jared avanzaba, en ese momento había una competencia entre la marca del Fénix y la marca de comandante que aún se sometía a la voluntad del General del Orgullo. El maldito de Jared estaba siendo manipulado vilmente como un títere por su padre y era incapaz de darse cuenta. ¿Acaso era tan estúpido que no lo veía? ¿Acaso era tan débil como para dejarse manipular?... Asustado, el bicolor reaccionó cuando Eneritz afianzó aún más el cuello de su camisa de botones, deteniéndose en esa espiral que caía vertiginosamente en picada. La influencia de los generales sobre sus soldados era sumamente poderosa, si un Pecado se alteraba o enaltecía, todos los demonios de su escuadrón estaban obligados a reaccionar ante aquello, uniéndose al clamor de su General. Ser la pareja oficial de Lujuria le otorgaba cierta inmunidad ante esta influencia, pero aun se veía vulnerable ante los clamores más fuertes… como en esa ocasión. Chistando, meneó la cabeza para remover el flequillo que se había pegado a su frente debido a las gruesas gotas de sudor que lo empapaban, intentando transmitir algo de tranquilidad en el cuerpo de su hija quien también se veía afectada por la marca de Orgullo… odiaba admitirlo, pero en ese momento veía la desventaja de ser la pareja oficial y pertenecer a un escuadrón diferente. Odiaba que su hija hubiera nacido con la marca del águila en lugar de la marca del fénix.
- Será mejor que nos vayamos – secundó a Aki mientras observaba la cúpula que rodeaba el coliseo. Lucifer aún no retiraba el escudo que les impedía transportarse dentro y fuera del domo… estaban atrapados y sometidos a la voluntad del Señor del Infierno. Y odiaba ser sometido. Rumeando en sus pensamientos, no se percató que Eneritz se había movido de tal forma que uno de sus ojitos carmesíes se asomara por sobre su hombro y se clavara en la intimidante figura de Orgullo - ¿Hasta cuándo nos tendrá aquí…? – sus palabras se atoraron en su garganta al escuchar el desgarrador grito que salió de la boca de Cyril, quien se contorsionaba a unos cuantos pasos lejos de ellos. Sobresaltado, sacó sus alas a tiempo para cubrir su cuerpo y el de sus hijos de las cuchillas que salieron disparadas en todas direcciones. Unas cuantas se lograron clavar en el hueso curvo de sus extensiones y otras más aterrizaron cerca de sus pies.
Jared, quien no estaba tan lejos de su comandante, se cubrió el rostro con una mano sin inmutarse ante las cuchillas que desgarraron su piel y se clavaron en los dedos. La tensión y adrenalina que aun corría por todo su cuerpo, le otorgaron un factor de inmunidad ante el dolor y de rápida sanación que redujeron las cuchillas a pequeñas agujas, desplomándose sin fuerza al suelo. Ni siquiera desperdició un vistazo para verificar si su familia había logrado cubrirse de tan débil ataque. Su dorada mirada permaneció fija en el cuerpo suspendido de su sobrina junto a Memphis y al inútil de Nova cuyos esfuerzos por someterla no funcionaban. Par de inútiles. Por eso era débil la sangre que corría en Pereza, su General no tenía las suficientes agalles para enfrentar la situación de manera eficiente y eficaz, era un desperdicio de espacio y energía… y ahora tenían un miembro más, el inútil de Nova cuyo valor era igual al de un insecto; sin embargo, sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando el cuerpo de Erina se impactó en otro más, levantando una pequeña nube de polvo debido a la fuerza de la colisión. El brutal poder que desprendía el cuerpo de la mujer y parecía querer destrozarla era impresionante, sólo en una ocasión pudo ser testigo de aquella fuerza devastadora que estuvo a punto de acabar con su vida… muchos siglos atrás… después de que Lucifer le impidiera a su hijo mayor el dulce consuelo de la venganza. En ese tiempo pudo ser testigo del verdadero poder su hermano mayor… y tuvo miedo, por primera vez en su existencia, le temió a alguien más que a su propio padre…
… y ahora aquel terrible poder había sido heredado por la mayor de las princesas, aquel poder que pensó perdido después de ver cómo se marchitaba la existencia de su hermano y su energía se consumía hasta el límite. Finalmente era testigo una vez más de aquel poder. Por instinto, dio un paso hacia adelante tal como aquella vez, transportándose en el tiempo y observando el mismo escenario, Memphis arrodillado y encadenado al suelo, sujetado por Alekssandre y él, su padre parado al pie de su trono con el báculo apuntando hacia la desfigurada forma de su primogénito, tratando de someter aquella oscura energía que salía como latigazos de su cuerpo, destruyendo todo el recinto. Casi podía revivir el ardor que le provocaron las cadenas cuando se resbalaron de sus manos, los gritos desgarradores y bestiales. Sólo la fuerza combinada de Shurik, Lucifer y la suya pudieron lograr someterlo y confinarlo en su celda personal. ¿Acaso se repetiría la historia? Casi sin darse cuenta, unas gruesas cadenas de ópalo se materializaron en sus manos, retorciéndose como si tuvieran vida propia, ansiosas por encerrarse alrededor de aquella fuente de energía.
Con el mismo recuerdo, Miros observaba la escena, humedeciéndose los labios ante la avaricia que le secaba la boca. Afortunadamente, se encontraba lejos del rango de alcance de las cuchillas por lo que la más próxima a él yacía clavada y brillando en tono carmesí a unos dos pasos lejos de él. Su mirada violeta con ribetes plateados seguía las ondas oscilantes de energía que parecía querer consumir toda la arena que les rodeaba, dispuesto a esquivar el próximo ataque. Tal como antes, su interés se vio enfocado en descubrir la fuente de aquella maravillosa energía que parecía rodear de misterios la casa de Pereza; sin embargo, esta vez estaba dividido entre la preocupación por su sobrina, su familia y la fascinación de esa enigmática “joya”, por lo que su cuerpo parecía petrificado en medio de la acción sin saber cómo proceder ante la situación. Sus ojos se desplazaron hacia su padre quien veía con un rostro inescrutable la escena que se desenvolvía a escasos pasos de él, esperando su siguiente movimiento. Por instinto, como reacción ante un posible ataque sus alas se materializaron en su espalda en posición de defensa, cubriendo su cuerpo y el de su familia. La situación era tan impredecible que no podía asegurar lo que podría pasar, veía a Memphis y a Nova esforzándose por tranquilizar a Erina, desviarla de su objetivo principal con infructuosos resultados.
- Tsk… - la preocupación por su comandante creció cuando vio su cuerpo cubierto de espinas, sólo esperaba que la nueva energía que Pereza le aportaba fuera suficiente para hacerlo inmune ante el daño que su pareja le pudiera causar. Intentó dar un paso hacia adelante pero una nueva oleada de espinas, esta vez más grandes cual cuchillas perforaron el viento y se lanzaron sobre todos. De nuevo, se encontraba fuera del rango de ataque por un milímetro, por lo que ni fue necesaria ninguna maniobra de esquive. Sus ojos deslizaron por toda la arena para cerciorarse que los daños no fueran mayores al mismo tiempo que intentaba ignorar la sequedad de su garganta por la magnitud del poder. Años de entrenamiento le habían enseñado a controlar su eterno sed e ignorarla para mantener la cabeza en el juego. A unos pasos de su padre ya se encontraba Jared con la cadena de ópalo contorsionándose en su mano, dispuesta a salir disparada ante la señal de Lucifer. Quiso seguir inspeccionando al resto de los presentes, cuando el golpe seco de un cuerpo estrellándose con otro, atrajo su atención.
Memphis había perdido la esperanza de que algo de cordura pudiera penetrara la mente de su hija. Conocía de primera mano que cuando aquella fuerza incontrolable se apoderaba de la mente y del cuerpo no había poder demoniaco ni divino que lo estabilizara. Era brutal y salvaje, se perdía toda consciencia del ser, sólo había unas ansias tremendas de destrucción y caos. Cuando el cuerpo de Erina se cubrió de espinas, algunas traspasaron sus manos y se fundieron con su sangre, permitiéndole un breve vistazo a los tormentosos escenarios que se presentaban en la mente de la princesa. Incoherentes para él, desorganizados y enredados que solo lo confundieron aún más. Sentía que su propio control se estaba desmoronando, sus milenios de meditación poco a poco se mermaba con el cansancio, la preocupación y la desolación por la desgracia que parecía no querer soltar a su familia. Las palabras de su segunda hija aún le martilleaban en la cabeza y por breves instante sus cansados y nublados ojos se deslizaban hacia la pequeña figura detrás de Lucifer.
- Nova, sujétala – ordenó al comandante quien estaba luchando por retener el cuerpo de la menor entre todas esas espinas que también se habían incrustado en su cuerpo – Látigo – aclaró en un resoplido, cuando la energía lo aventó lejos a los pies de alguien que no reconoció. Con cansancio, se intentó incorporar pero sus piernas le fallaban y su visión comenzaba a opacarse, percibiendo que la oscuridad se cernía en las esquinas de su visión. “Ahora no” pensó con desesperación, intentando mantener la consciencia y no sucumbir al sueño reparador que su cuerpo necesitaba en aquel momento. Luchando contra su propia naturaleza, se volvió a incorporar, percatándose de que, al igual que la capa de su hija, la suya se había hecho jirones con la oleada de espinas que salían disparadas en todas direcciones, dejando al descubierto su vestimenta ligera tipo árabe. Sin lamentarse, se deshizo del resto de la tele que le estorbaba y materializó su flauta de tono dulce entre sus dedos, dispuesto a sumergir a su hija en un sueño profundo; sin embargo, no pudo concretar su plan cuando la mujer embistió a la primera persona que vio. Deseando contenerla y evitar más tragedias, Memphis obstruyó su paso y la rodeó con sus brazos, recibiendo el impacto en seco de toda la energía colosal.
- Maldición – la pareja de Erina, luchó por ponerse de pie e invocar su látigo pero sus brazos estaba paralizados por las cuchillas y su tobillo se había fracturado cuando la energía lo aventó lejos de su pareja. Sin rendirse, sacó sus alas y se intentó impulsar con éstas hasta que observó que los cuerpos de padre e hija chocaban como dos meteoritos. Todo se detuvo por un instante hasta que la pequeña nube de polvo se hubo disipado, dando lugar a un padre que intentaba sin frutos a su hija.
- Erina… todo está bien – las palabras abandonaban los labios de Memphis sin ser consciente de éstas. Un vistazo al rostro le bastó para comprender la falta de reacción. El león que tan bellamente había adornado el rostro de su hija ahora se encontraba perdido, como si se hubiera esfumado sin dejar rastro atrás. La conexión que los unía como padre e hija se había perdido, así como Derek se había perdido al negarse modificar el león, así como Rea se había perdido al someterse a la voluntad de Lucifer. Ya no existía su familia, todo se lo había llevado aquel ser que se encontraba parado detrás de él con una expresión llena de frialdad y sin misericordia – Mierda… - maldijo entre dientes, ansiando más que nunca poder entregarse por completo a su propia naturaleza y dejar que todo se vaya al caño mientras él duerme, pero persistiendo debido a la esperanza de que algún día en su larga vida pudiera obtener la paz que él tanto anhelaba para su familia. Sumergido entre sus pensamientos y desesperándose debido a la oscura cadena que colgaba de la mano de Orgullo, intentó envolver el cuerpo de su hija más grande con la superficie de la dimensión de los sueños, deseando trasladarse a ese mundo para poder controlarla mejor; sin embargo, el escudo que su padre mantenía en el coliseo le impedía un despliegue total de su poder que consistía en la transportación hacia el otro mundo. Inclusive ni en eso le daba su padre un respiro.
- Alekssandre, Jared… encárguense – y así como aquel día en el que su padre lo condenó a un encierro de siglos, esta vez condenando a su amada hija a compadecer de la misma manera que él – Enciérrenla
No lo permitiría, no podía permitir que le pusieran un dedo encima. Gruñendo, dejó de sujetar a su hija para encarar a la persona que se pusiera frente a ella, desesperado por encontrar una salida, alguna brecha por la cual pudieran escapar aunque Erina no facilitara aquella misión. Mientras tanto Nova, envío una bola de fuego negro a Jared quien simplemente la esquivo y devolvió el ataque con un rayo que se clavó en su hombro, perforándolo.
- Quédate quieto insecto – se dirigió con desdén mientras renovaba su caminata hacia Cyril, ese no era el momento para saldar antiguas cuentas.