Rol Mythos

Aquí comenzaremos con la historia, cada quien puede poner una introducción de sus personajes :D

Arión

Arión caminaba por los muelles de Tesla, su ciudad natal. A él le gustaba mucho Tesla, un hervidero de lenguas extranjeras y locales, siempre con algo nuevo, gente nueva, cosas nuevas que probar. Y el muelle era un lugar que el disfrutaba especialmente, lejos de su familia, lejos de sus obligaciones.

Su cabello rubio ondeaba con la suave brisa marina y disfrutaba de cada paso en la arena blanca que se acumulaba sobre la madera desteñida por la sal. Buscaba algo nuevo, su último amigo “intímo” ya había terminado por aburrirlo, aunque estaba siempre dispuesto para el sexo no era nada emocionante y en realidad era bastante torpe y para colmo pequeño.

Sólo lo había seducido porque encontraba divertido hacerlo con hombres casados y luego burlarse de sus esposas, probablemente les hacia un favor, pues si no era con él sería con alguien más, así que podían ira buscar un marido mejor. O eso quería creer, tampoco le gustaba desafiar las leyes del matrimonio de Hera. Pero aquel hombre había sido un simple pasatiempo y ahora estaba aburrido de él.

Le gustaba la playa porque en ella estaban siempre los hombres más atractivos, fuertes, viriles y sobre todo los que han pasado más tiempo en el mar, cocinando sus ansias de entrar en algún cuerpo caliente y suave, como el suyo. Que coincidencia más grande.
Salto de la madera para caminar hasta la orilla del mar, se quitó las sandalias y dejo que el mar le cubriera hasta los tobillos, arrancándole un suspiro de placer.

Poseidón

Poseidón vagaba por el Olimpo, no había muchos Dioses en ese momento, la mayoría tenía cosas que hacer, el estaba disfrutando de un merecido descanso pero sobre todo de alejarse de su palacio bajo el mar. Caminaba descalzo por ahí con su cabello largo y suelto sobre sus hombros y apenas suficiente túnica para cubrir su vientre hasta la altura de sus muslos.

Sí, había tenido otra aventura, con aquella preciosa princesa humana y su aún más precioso hermanito, así que Anfítrite estaba furiosa con él, de nuevo. Pero ni ello haría que aquella mujer se separará de su lado. A su modo él también la amaba, pero sus celos y su afición por la monogamia era algo que él no podía entender.

Finalmente se sentó en uno de los amplios jardines e hizo surgir de la nada una copa de oro, en segundos el copero de los Dioses, El joven Ganímedes que era tan hermoso como fiel a su amante Zeus, lleno la copa con néctar y desapareció con una reverencia. Tal vez disfrutar de ese día tranquilo era una buena idea, al menos hasta que surgiera algún problema con sus hermanos en la junta que celebrarían esa misma tarde.

Claro que tenía el problema de la Guerra entre los Tritones y los Océanos pero...en realidad como se organizaran polpiticamente le tenía sin cuidado, el era el único gobernante del mar en su totalidad, y era el padre de los Tritones, no cemeterían la imprudencia de revelarse conra sus padres sin asumir las consecuencias.

Erix

La región del Pacífico era rico en criaturas marinas y hermosos arrecifes. Todos vivían en relativa paz a excepción de la población de las Sirenas y los Tritones, cuyos dos poblados se encontraban en una disputa civil por el territorio. En los últimos años, la guerra se volvió más cruenta y tramposa, los habitantes del Sur empleaban técnicas prohibidas y hacían alianzas con humanos para salir favorecedores en la disputa. Mientras que los del Norte, su desesperación los convertía en guerreros crueles y sádicos, quienes no se tentaban el corazón al destrozar al enemigo. Ambas facciones habían mermado a su población, por lo que habían caído en una relativa pausa para reabastecer a sus guerreros y otorgarles un descanso. Sin embargo, la tensión de un próximo ataque agitaba las aletas de todos los marinos, a quienes poco a poco la sombra de la paranoia nublaba su juicio.

En el poblado del Norte, existía un Tritón que se resistía a ser domado por la desesperación, aunque eso no mermaba su naturaleza agresiva. Entre las sirenas existían reinados y principados, aunque el supremo gobernante era su Gran Padre Poseidón, cuyas estatuas eran levantadas por todos los rincones del Pacífico para traerles suerte en la guerra. Sin embargo, establecieron aquel sistema para otorgarle un poco de estructura a las regiones, tal y como hicieron los humanos. Sin embargo, algunas Sirenas y Tritones pensaban que todo sería mucho mejor si Poseidón pudiera gobernarlos por completo, siendo sometidos a su voluntad para evitar las disputas políticas. Entre estos, se encontraba Erix, actual “Rey” de las Sirenas del Norte. Para el Tritón, las responsabilidades de un Rey era una completa pérdida de tiempo, todas las sirenas eran más productivas en el campo de batalla desatando su verdadera naturaleza salvaje y agresiva, en lugar de ser dominados y domesticados ante políticas insulsas. Por aquella razón evadía sus responsabilidades reales y se encargaba de dirigir parte de la fuerza militar, para lo que su padre lo había entrenado.

El poderoso Tritón perforaba las aguas como una flecha roja, su enrome y musculosa cola creaba olas a su paso que se estrellaban en la orilla del mar. Su torso y extremidades superiores estaban cubiertos por una fina hilera de escamas traslúcidas que brillaban con colores suaves cuando la luz del sol traspasaba las aguas del mar. Su cabello encendido ondeaba cual fuego, haciendo juego con sus atigrados ojos que se clavaban como águila en los obstáculos que le rodeaban. Nadaba sin cesar hacia la orilla más próxima para investigar su más reciente amenaza; aunque la escasa información le dejaba confundido sobre su punto de inicio. Pensó prudente comenzar por la orilla de un poblado, no tan lejos del mar ya que era poco tiempo el que podía pasar lejos de agua, además de que por ese lugar no era común ver Sirenas ni Tritones.

Rompió la superficie con su cabeza y se asomó para verificar si había algún humano cerca. Las rocas que rodeaban el muelle del poblado le impedía tener una visión completa de la zona, por lo que no se percató de varias presencias que rondaban la orilla del mar. Se volvió a sumergir y se acercó aún más mientras su larga cola se transformaba en dos torneadas y bronceadas piernas. Su magia básica le permitía producir unos pantalones blancos de tela abombados, estilo oriental, para cubrir sus desnudas piernas, la orilla del pantalón estaba recubierta de una textura parecida a las escamas de su cola, deslizándose hacia sus caderas muy cerca del vientre. Su torso lo mantenía desnudo, siendo sus únicos accesorios un brazalete que rodeaba uno de sus bíceps y una argolla en la punta de su oreja.

Sin prestarle mayor interés a sus pantalones mojados que se pegaban a su figura, salió del mar caminando con cierta pesadez debido al cambio. Era bastante alto, incluso para un humano, medía cerca de 1.90 metros con un cuerpo proporcionado, musculoso pero sin llegar a ser robusto, mientras que su piel había adquirido un tono bronceado. Camino desgarbado hacia la orilla, tratando de descifrar en qué poblado se encontraba

Hades

El dios del Inframundo se encontraba tranquilamente retozando en su trono con Cerbero en su forma original durmiendo en sus pies. De vez en cuando sus dedos rozaban el duro y caliente pelaje de la bestia, sintiendo la humeante respiración de éste removiendo los pliegues de su túnica. Usualmente, el Inframundo está bastante agitado con las almas que llegaban todos los días; sin embargo, aquel era un día especialmente agitado, tanto que a Hades le preocupó un poco aquel hecho. Sus ojos vagaban sin rumbo fijo por las lozas de su impecable pero algo lúgubre palacio.

Aquel día su hermano había convocado a una reunión a la que no asistiría. Era una pérdida de tiempo, siempre con encuentros banales y disputas entre chiquillos. Apreciaba a sus sobrinos pero a veces podían ser unos mocosos berrinchudos. Suspirando, alargó la mano y dibujó un círculo frente a él, repasando las líneas varias veces hasta que una imagen apareció.

- ¿Por qué no me extraña que hayas sido el primero en llegar? – comentó con una sonrisa en su rostro mientras observaba a su hermano Poseidón quien usualmente huía de su palacio y de su esposa.

Poseidón

-Que puedo decir? Me gusta ser puntual- Dijo su hermano sonriéndole a su hermano con algo de cinismo- Ojala hubiera reuniones como está todos los días para no tener que quedarme encerrado allá abajo, créeme una mujer enojada hace que un palacio de 500 habitaciones perezca la choza de un pescador, que suerte tienes de no tener esposa algunos meses!

Meneó la cabeza, rendido ante la mujer que el mismo había elegido-

-Así que no piensas darnos el placer de tu presencia, Hades?

Arión

Había comenzado a caminar de vuelta al muelle, y a su casa, cuando lo vió. Así que aún podía tener algo de suerte hoy, Gracias a Afrodita por poner en su camino aquel partido.

Y es que saliendo del agua estaba el hombre más atractivo que había visto en meses, era anormalmente alto, fornido, bronceado, parecía un ser mágico, y considerando que el mismo era un semi dios, era muy probable que lo fuera. Esa idea le provocó un ligero abultamiento en su zona íntima. Nunca había probado algo no humano.

Miró detenidamente su torso modelado y sus piernas firmes, incluso su rostro era serio y varonil. Se relamió los labios, como saboreando un buen vino antes de probarlo, prometedor muy prometedor. De la bolsa de cuero que cargaba saco una pequeña botella, un líquido que parecía perla líquida flotaba dentro, se perfumó con un poco, aquel era un poderoso afrodisiaco que se transmitía por el aire, el era genéticamente irresistible pero una ayudadita nunca estaba de más. Se abrió un poco la toga, dejando ver su piel cremosa y camino hasta aquel extraño.

-Hola extraño! Te perdiste?... puedo ayudarte si lo requieres, conozco muy bien este lugar…- sonrió coqueto, pegando su cuerpo al ageno con una mirada casi inocente-

Erix

Interactuar con humanos o con cualquier otra criatura no estaba entre sus cosas predilectas, evitaba cualquier tipo de contacto con otros seres y sólo soportaba el toque de muy pocas personas. Las sirenas eran muy desconfiadas por naturaleza de los seres terrestres y aéreos por lo que habían desarrollado un fuerte sentido de defensa hacia todo aquel que no perteneciera al agua. Principalmente porque su piel delicada rechazaba el toque áspero de las otras criaturas. Por lo tanto, cuando aquel humano se pegó a su cuerpo, su primer instinto fue tomarlo de los brazos y alejarlo de su cuerpo lo más pronto posible pasando desapercibido el delicioso aroma que sus rubios cabellos despedían. Las sirenas no tenían bien desarrollado el sentido del olfato.

- No requiero ningún tipo de ayuda, gracias – contestó con voz ronca y grave, con un deje del Encanto que las sirenas mantienen en sus cuerdas vocales. Tenía planeado retirarse sin siquiera echarle un vistazo al humano que le había ofrecido su asistencia; sin embargo, la suavidad de su piel tan diferente a los terrestres, le hizo detenerse y admirar al extraño ser que se encontraba frente a él.

Parecía de otro mundo, una criatura mágica con rasgos humanos. Cabello y piel parecían irradiar luz propia de una forma tan delicada que inspiraba tranquilidad como una puesta de sol sobre el océano, los mechones rubios se enredaban deliciosamente sobre un rostro suave con facciones angelicales, incluso una hebra dorada se había posado sobre los rosados y apetecibles labios… unos labios que invitaban al deseo y al placer. Incluso era consciente que su propio cuerpo subía de temperatura mientras seguía observando cada detalle en aquel ser… y de inmediato la magia se rompió. Con brusquedad lo soltó y dio un paso atrás, saliendo del estupor en el que se había sumergido al posar sus ojos naranjas en aquel muchacho

- ¿Qué clase de criaturas eres? – preguntó con aprehensión, dando un paso hacia atrás

Arión

Un reto. Mientras más miraba a aquel delicioso hombre más seguro estaba de que no era un ser humano, y mientras más se resistiera a él, más lo desearía. Ya nunca tenía el placer de la persecución, de la cacería. Lo examinó con cuidado, su piel era anormalmente suave y su voz tenía un timbre delicioso y sensual…sería una Sirena? Uh Eso si que lo ponía. Él podía ahogarlo cuando fuera, igual no moriría.

-No soy nada a lo que debas temerle, mi amigo- Susurró con una vocecita muy similar a un ronroneo, midiendo cada palabra antes de decirla y bañándola de seducción. Humedeció sus labios lentamente antes de volver hablar- Soy un local, eso es todo… prefiero deambular sólo en caso de toparme con gente nueva como tú… Es una ciudad muy grande, Seguro que no puedo ayudarte ¿En nada?

Se aseguró de bañar las última palabras en deseo y dedicarle una mirada que muy sutilmente en su opinión era más efectiva que abrirse de piernas ahí mismo.

Erix

Con cada paso que el otro daba y con cada palabra que esos deliciosos labios dejaban escapar, sentía que perdía el control de su propio cuerpo como una clase de encantamiento. Incluso llegó a pensar que aquel ser se trataba de un hechicero o una ninfa disfrazada, ya que no era un ser humano normal como él intentaba parecer. Retrocedió un paso para poner mayor distancia entre sus cuerpos y no sucumbir al contacto que tan evidentemente el otro deseaba. No había ido a la tierra para distraerse con cuerpos hermosos y calientes, tenía una misión que no podía ignorar. Intentó alejarse una vez más, haciendo acopio de toda su herencia de Ninfa Marina para contrarrestar un poco de los efectos mágicos de cualquier hechizo que el otro estuviese usando, incluso pensó en correr hacia el mar y sumergirse para aclarar su nublada cabeza de deseo; sin embargo, cuando ladeo su rostro para encontrar una vía de salida, se percató de dos mujeres bastante corpulentas y de aspecto salvaje que se acercaban a ellos, con sus cabelleras blancas y largas ondeando detrás de ellas.

- Maldición - de alguna manera lo habían localizado y ahora estaban yendo detrás de su cabeza, no había manera de que pudiera internarse en el pueblo ya que más cabelleras blancas comenzaban a asomarse de entre los marineros  y los civiles que paseaban por la orilla del mar. No había otra opción que retroceder. Sin pensarlo dos veces, cargó al muchacho y lo arrojó sobre un hombro, corriendo hacia el mar para sumergirse de inmediato.

Arión

-Hey! ¿Qué demonios crees que haces? –

La seducción no había desaparecido del todo de su voz, pero cuando deseo que lo ahogara no lo decía en sentido literal. Deseaba que lo hiciera con su miembro caliente en su garganta, no secuestrándolo y metiéndolo al mar a hacerle quien sabe que cosas, comerlo, o peor.

-Como Príncipe de este Reino de ordeno que me bajes…¿me estás escuchando?

Pero ya era muy tarde. Los hijos de Afrodita evitaban el mar, aunque hacerlo en el agua le gustaba bastante, no era el mejor lugar para ellos, y Poseidón no disfrutaba especialmente de su presencia porque ya muchas veces había sucumbido a sus encantos, y para ser honestos siempre que uno entraba al mar cuando este estaba caliente, terminaba gozando del dios y muchas veces con algún hijillo por ahí.

Erix

Evidentemente, el peli rojo no lo estaba escuchando, sólo corría por instinto para evitar que los enemigos los atraparan. Ni siquiera supo qué lo había impulsado a tomar al muchacho y llevarlo consigo, no era una movida inteligente y muy probablemente podría estar arriesgando la vida de un inocente; sin embargo, ya era demasiado tarde. Una vez que los enemigos identificaran al rubio y lo asociaran con él, sería también perseguido. En el instante en el que sus piernas tocaron el agua, fueron reemplazadas por una poderosa cola naranja, dorada y roja como el fuego con una aleta traslúcida al final de ésta. Con un fuerte coletazo, se impulsó debajo del agua procurando estar poco tiempo bajo ésta debido al humano que cargaba aún sobre el hombro.

Después de poco segundos y varios metros recorrido, salió de nuevo a la superficie junto a una roca lo suficientemente grande como para que el muchacho “humano” pudiera recuperar el aliento. El efecto del encanto no había desaparecido por completo, pero trataba de que el deseo que comenzaba a sentir no afectara sus sentidos, necesitándolos para estar alerta de sus enemigos.

- ¿Eres un príncipe? – respondió después de haber asimilado las palabras demandantes del atractivo joven. Aun mantenía la mitad inferior sumergida en el agua y las manos apoyadas en la roca para tratar de tener una mejor visibilidad de la costa. La cola de sirena parecía fuego encendido bajo el agua.

“Un tritón! Sí!” Pensó emocionado, jamás lo había hecho con un tritón, pero su emoción inicial desapareció rapidamente. No le fue necesaruio recuperar el aliento pero estaba en una roca en medio del mar con un completo desconocido. Y este no parecía ser el día en que Poseidón buscará compañía, no que le interesará tirarse a un Dios, almenos no hoy.

-Eso ya no importa, aquí en el medio de la nada no tengo más poder que esa roca. Pudiste decirme que te buscaban y te habría dado asilo en el castillo, tenemos lagos y fuentes.

Le dijo con algo de molestia mientras se quitaba el cabello humedo del rostro y lo hechaba hacia atrás, con sus hermosas facciones brillantes por la humedad.

-Me llamo Arión. Mucho Gusto, y Bienvenido a Tesla

Erix

Gracias al agua, sus sentidos se habían agudizado y el efecto del hechizo había descendido hasta niveles tolerables, al menos por ahora. La herencia mágica de su madre le permitía distinguir a otros seres mágicos y poder ejecutar alguna técnica bastante básica, pero su falta de entrenamiento lo había limitado a usar una técnica por vez, por lo que mientras usaba la magia para convertir su cola en dos poderosas piernas no podía identificar a otras creaturas. Por lo tanto, cuando tocó el agua y el hechizo que mantenía sus piernas desapareció, pudo observar finalmente al otro hombre y percatarse de que se trataba de una creatura mágica… aunque no estaba seguro de qué tipo. Sin prestarle mucha atención al rubio, dirigió de nuevo sus ojos con las pupilas alargadas, hacia la costa identificando cinco destellos plateados que se acercaban velozmente hacia donde se resguardaban.

Chistando, ladeó de nuevo la cabeza midiendo la distancia hasta los seguros límites de su territorio. Si cruzaban el linde, estarían a salvo al menos hasta que sus persecutores se cansaran y regresaran derrotados a su imperio. Las hebras doradas y naranjas se pegaban a su frente debido al agua que aún descendía en gotas gordas por su rostro mientras que su cola se movía en armonía con el agua, dejando que la aleta se mezclara como seda. Era hora de partir.

- No confío en los humanos – fue su rotunda respuesta mientras pasaba un poderoso brazo alrededor de la estrecha cintura del más joven y lo pegaba de nuevo a su pecho, sumergiendo la mitad de su cuerpo al agua – Eres una creatura mágica, más poderosa que yo – admitió con un gruñido mientras la mirada seguía perdida en la costa – Así que supongo podrás respirar bajo el agua – y sin previo aviso lo volvió a sumergir, emprendiendo un rápido viaje hasta los límites de su territorio. Su poderosa cola se movía como un manchón de fuego mientras mantenía asegurado el pequeño cuerpo.

Unos segundos más y podría relajarse para meditar sus acciones ¿Por qué estaba llevando a aquel ser hacia su reino? ¿Por qué no simplemente lo dejó en la roca o en la costa? Seguramente, el hechizo de atracción era aún más poderoso de lo que había pensado.

Arión

-Si tú no confías en los humanos, podría decir lo mismo de ti- susurró aferrándose a su marcado pecho mientras superaba el desagrado de viajar a toda velocidad en un mundo desconocido- Pero por suerte para ti no soy un simple humano…

Deseaba que se detuvieran pronto, lejos de su reino no tenía más poder que el que le otorgaba la abrasadora energía sexual de su sangre, y eso que no era nada comparado a su madre. Amaba a su madre pero eran zapatos muy grandes que llenar. Liberó su mente de esos pensamientos y se concentró en aferrarse al fuerte pecho que lo sostenía, dejando que su olor y su esencia impregnaran inconscientemente su cuerpo.

-Si realmente quieres saberlo, Soy un Semidios…pero es todo lo que te pienso decir, así que si esto es un secuestro no soy la mejor de las víctimas…a no ser que quieras un encuentro más íntimo como pago por mi libertad.